A los periodistas nos han convertido en hooligans, aunque para algunos la conversión no haya supuesto esfuerzo alguno y se hayan entregado a la fe con entusiasmo de catecúmeno. Los periodistas en un tiempo hasta deslindábamos entre información y opinión. Hoy se editorializa hasta con los ladillos, y se hace un mitin de cada titular.Y, aunque fuera una hermosa utopía nada fácil de alcanzar se proclamaban la independencia, el rigor y la objetividad como principios esenciales de su profesión. Hoy somos hinchas, barras bravas, infantería jenízara y voceros de los partidos políticos. Algunos nos resistimos. Cuesta caro.
Hemos pasado de ser los comentaristas del encuentro a ser los más furibundos hooligans de uno de los equipos enfrentados. Mejor aún, algunas de las más resonantes voces, han querido ir dar un paso superior: jugar ellos, ser el delantero centro y ya puestos el entrenador y el presidente del club.
El hooliganismo de la prensa española adquiere ya tal categoría de epidemia que se considera no sólo lo normal sino lo que más se estima y se valora para poder acudir a cualquier foro de radio o de televisión. Y cuanto más hoolingan, cuanto más exacerbado y extremista, pues mejor. Pobre del que pretenda expresarse en los parámetros, dentro de su corazoncito que ese lo tenemos todos, del análisis, de la mesura o atenerse a los hechos y no defenderlos o denostarlos a priori por quien los ha producido. Ese queda en descampado sometido al fuego cruzado de ambas de las dos trincheras que no tardan ni un segundo en volarle la cabeza.
La trinchera, la crispación, el hooliganismo tiene, no lo duden, inductores y beneficiarios. Personalmente creo que la práctica a quien más conviene es al poder. Y a los extremos. Y se, también, que los primeros perjudicados estamos siendo ya los profesionales del periodismo, que estamos ya más allá de los polvos y desde hace un buen trecho en los lodos del sectarismo.
Ahora, en esta nueva temporada, siempre se puede ir un poco más lejos en la vileza, nos han querido dado un nuevo papel en el teatro: Nos han contratado en el circo de la telebasura como payasos. Para hacer el papel de ese payaso presuntamente serio, imprescindible en las troupes como excusa y contrapuntos para montar el número. ¿Algún rechazo a adentrarse aún más en la ciénaga? Más bien pocos. Los hooligans más afamados de uno y otro bando hacen cola para ser cómplices del repugnante espectáculo que busca lo peor de la víscera y atenta contra el mínimo sentido de la dignidad y la deontología. Porque es complicidad sin excusas y consciente de la misión encomendada. Porque la presencia es ya en si mismo y en tal lugar la aceptación del lodazal. El listón de la infamia lo ha situado por el momento en su máxima altura el programa que ha lanzado a la fama a la novia del apaleador del profesor Neira, que defiende al maltratador tanto de ella como del agonizante que intentó defenderla
martes, 14 de octubre de 2008
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