lunes, 27 de octubre de 2008

La tercera via

Así pasó con la palabra globalización, surgida originariamente como concepto puramente económico, pero que en realidad describe la transformación del tiempo y el espacio en nuestras vidas, por la vía de la revolución informática y de las comunicaciones.
Lo mismo sucede ahora con el concepto "tercera vía". Como, con gran dosis de vaguedades, ella sería la denominación común a las políticas que llevaron al éxito a Bill Clinton, a Wim Kok como primer ministro de Holanda, a Lionel Jospin de Francia, a Romeo Prodi de Italia y a Tony Blair de Gran Bretaña, como reacción a una década de "tatcherismo" y "reaganismo", no hay político argentino que no intente subirse a ese tren, generalmente sin saber de qué se trata.
Entonces, la pregunta es oportuna y de actualidad. ¿Qué es la tercera vía? La década del noventa comenzó con un verdadero terremoto político, económico y social: ese engendro que se popularizó como comunismo, pero que en realidad era un capitalismo de Estado, colapsó. Se acabó el mundo bipolar, pero la cosa no terminó ahí. La ola librecambista alcanzó también a los occidentales y democráticos Estados de bienestar que, mediante la planificación, pretendían crear una sociedad más igual y proteger al individuo durante el ciclo vital. La socialdemocracia, versión democrática del socialismo, quedó inmersa en una confusión ideológica. El neoliberalismo, sin rivales a la vista, parecía invencible y, al menos como sistema de gestión económica, el socialismo dejó de existir.
Triunfalmente, se proclamó el fin de las ideologías y hasta de la historia, desde una concepción tan hegelianamente autoritaria como la marxista. Si hay una pensamiento único y una sola política posible, la tentación de reprimir al disidente, negador de una verdad irrefutable, es casi natural...
Pero el mundo y la humanidad se han resistido siempre al encasillamiento de los sistemas filosóficos y políticos cerrados, deparando continúas sorpresas que los hacen menos aburridos.
Así es que, entre la socialdemocracia a la antigua y la perspectiva neoliberal (el finado comunismo no cuenta), se buscó una "tercera vía". Los defensores de la teoría todavía no han sido capaces de ponerse de acuerdo y sus detractores rechazan del todo esa noción. Para los dogmáticos liberales se trataría nada más que de un maquillaje dirigista, perturbador del buen funcionamiento del sistema, y para la vieja izquierda nostálgica, "la privatización de la socialdemocracia".
Anthony Giddens, de quien ya conocíamos el libro "Más allá de la izquierda y la derecha", es quien ha elaborado la contribución más destacada hasta el momento para sentar las bases intelectuales de una postura renovada de centro-izquierda. Se trata del teórico y eminencia gris de Tony Blair y de quien se acaba de publicar en castellano un trabajo titulado: "La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia".
Comienza diciendo: "Creo que la socialdemocracia puede no sólo sobrevivir, sino prosperar, tanto a nivel ideológico como práctico. Sin embargo, sólo podrá hacerlo si los socialdemócratas están dispuestos a revisar opiniones anteriores más concienzudamente de lo que la mayoría ha hecho hasta ahora". Y el mismo clava el bisturí a fondo: "Hace ciento cincuenta años escribió Marx que "un espectro recorre Europa" -el espectro del socialismo o del comunismo- Esto sigue siendo cierto, pero por razones diferentes a las que Marx tenía en mente. El socialismo y el comunismo han muerto, pero siguen rondándonos".
Pero rescata una base de partida. "El socialismo fue antes que nada un impulso filosófico y ético". Que empezó mucho antes de Marx y pretende sobrevivirlo. Lo que este hizo fue proporcionar una doctrina económica elaborada, la que desechada no implica el abandono de aquellos principios filosóficos y éticos.
Guiddens concluye que desarrollar una tercera vía en la política moderna es no sólo una posibilidad sino una necesidad, y representa la renovación de la socialdemocracia en el mundo en que las ideas de la vieja izquierda han quedado obsoletas, mientras que las de la nueva derecha son inadecuadas y contradictorias.
La interacción entre los distintos contextos nacionales hace que estos debates ya no sean de exclusivo consumo europeo, sino que son verdaderamente transnacionales. Después de todo, esa el la famosa globalización.
Necesarios para levantar el nivel intelectual de una disputa política, donde todos prometen más o menos lo mismo y las ventajas las obtienen quienes ofrecen más astucia mediática.

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