Las lluvias más intensas de los últimos 50 años cayeron sobre Bogotá la noche del miércoles pasado y generaron una de las más graves emergencias invernales de que se tenga memoria: más de cinco mil damnificados; deslizamientos de tierra; una urbanización entera inundada, con el agua a más de un metro de altura; 264 vehículos dañados y los desbordamientos de la quebrada Chiguaza y el río Fucha; cuatro localidades afectadas y hasta el cadáver de una mujer ahogada, quien sería la primera víctima fatal del invierno en la capital.
El temporal tuvo todas las características de un diluvio capital: mientras el promedio de un aguacero en Bogotá es de 17 milímetros por minuto, el del miércoles alcanzó unos 73 milímetros. El cauce normal del río Fucha pasó de 43 a 52 metros cúbicos. El tráfico colapsó en zonas del sur de la ciudad e impidió la movilidad de miles de bogotanos. Los daños a viviendas y vehículos son incalculables y los damnificados, evidentemente, están pidiendo explicaciones a la Administración Distrital.
Para las autoridades capitalinas, el volumen de las fuertes lluvias fue de unas magnitudes históricas, que literalmente desbordaron las previsiones y planes de emergencia del Distrito. "Nadie lo habría controlado", afirmó el gerente de la Empresa de Acueducto. Lo cierto es que si en algo ha avanzado la Administración en los últimos años es en infraestructura de acueducto y planeación y respuesta a desastres.
Hasta el chubasco del miércoles pasado, Bogotá había resistido los embates del primer mes del actual período de lluvias. Este año no se han presentado aún el tradicional desbordamiento del río Tunjuelito, ni las inundaciones en barrios como San Bernardino, San Benito y Patio Bonito. Este inadvertido trabajo de canalizaciones, drenajes y limpieza de basuras seguramente impidió que la catástrofe de esta semana fuera de mayores proporciones. También se destaca la tarea de prevención de las autoridades en las 15 zonas críticas de deslizamientos, especialmente, la acertada decisión de cerrar el sendero peatonal al santuario de Monserrate, a pesar de las fuertes críticas de visitantes y vendedores. El deslizamiento de tierra, producido por las lluvias y sin víctimas que lamentar, le dio la razón al cierre preventivo de la Alcaldía.
Sin embargo, la emergencia de esta semana demostró que la capital, aunque lista para una temporada de lluvias promedio, no aguanta esta ola invernal que, pronostica el Ideam, vendrá con un 30 por ciento adicional. En materia de blindar a los bogotanos de estos aguaceros bíblicos cada vez más comunes, la inversión del Acueducto y planes de atención de desastres nunca serán ni suficientes ni completamente seguros.
Si por Bogotá llueve, en el resto del país no escampa. La Cruz Roja Nacional reporta 26 muertos, 11 heridos, tres desaparecidos y 10.800 familias damnificadas en 98 municipios de 23 departamentos de la geografía colombiana. Es perentorio que la inmensa mayoría de las 400 municipalidades afectadas por el invierno agilicen los trámites para acceder a los 450.000 millones de pesos de ayuda que ofrece Planeación Nacional.
Los pronósticos para este primer período invernal son negros: lloverá más y hasta mediados de junio. Lo anterior, sumado a los efectos de las históricas lluvias del año pasado, confirma que estas emergencias apenas comienzan y pueden recrudecerse.
Las obras necesarias para mitigar estos embates tienen que ser acometidas con sentido de urgencia. Mientras tanto, en Bogotá, la Alcaldía debe brindarles ayuda a los que perdieron enseres, activos y vehículos y sufrieron daños en sus viviendas. El carácter histórico del aguacero del jueves no puede esgrimirse como razón para no responder con solidaridad frente a los damnificados.
viernes, 3 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario